Thursday 16 June 2011

Mexico, vol. I

Voy a escribir un poquito sobre un viaje a México con el que despedí el año 2010, bicentenario de la independencia y centenario de la revolución. Como decía Pio Baroja, viajar es la mejor cura para el nacionalismo. Yo voy más allá, y considero que es de las mejores enseñanzas que una persona con los ojos abiertos puede tener. Hoy en día, desde Europa es relativamente fácil y barato viajar, por ello cada vez más gente se aventura a recorrer este mundo que cada día parece más pequeño. Eso es bueno porque ver lo de fuera nos ayuda a ver lo de dentro como otro mundo más, que no es ni mejor ni peor, lo que a su vez, de vuelta a casa nos ayuda a escuchar y a ver un poco más allá de nuestras narices. En Europa, que es como un disneylandia de países, es más fácil y barato cruzar fronteras y meterte en entornos totalmente distintos, y con las compañías aéreas de bajo coste aún más (no recomendables para el viajero comodón y dado al estrés). Pero si te quieres gastar más pasta, puedes salir de Europa y ver otros continentes, de los que solo tienes imágenes muy distorsionadas alimentadas por películas, anécdotas y los medios de comunicación. Estas fuentes de información dibujan imágenes de lugares que son las que de manera inconsciente nos perforan el cerebro y nos dan puntos de vista radicales sobre cosas de las que no tenemos ni puta idea. Por eso viajen y abran los ojos, más que nada para minimizar el riesgo de convertirnos en gente fanática y borrega como la que hace posible que gente malévola sean los amos del mundo. Para evitar eso tampoco hay que viajar necesariamente, yo creo que una ingesta de “cultura” en general nos ayuda a ser un poco más seres humanos (que bueno o malo, es un bicharraco racional y creativo).


Yo me lancé para Mexico con un amigo en mi toma de contacto con Latinoamérica. Aterrizamos sobre Mexico DF una tarde de Diciembre. Las luces de una conurbación de 30 millones de personas son infinitas, y observarlas es un momento que te deja totalmente fuera de tu conciencia, y ya te pueden estar echando aceite hirviendo que seguro que prefieres quedarte perdido en ese océano de luciérnagas. Como imaginaba, ir a Mexico fue como volver atrás en el tiempo, o quizás a mi propio tiempo, a mi infancia en España. Básicamente, allí todavía existen cosas auténticas que sobreviven la marea de la modernidad. Una marea que en Europa va gradualmente desolando lo de antes para dar paso a un modo de vida urbano, moderno y acorde a modos pragmáticos y maneras eficientes y estéticas de vivir. En el caso de Mexico esta influencia moderna proviene desde el Norte, desde el modo de vida norteamericano, pero ya te digo que la influencia me pareció más moderada. Ya el aeropuerto del DF me trajo un olor familiar, y recordé la casa de mi abuela hace 20 años. También, pasear un domingo por elBosque de Chapultepec y ver a churumbeles jugando y comprando golosinas en los puestos me recordó mucho a tardes en Santander vividas durante mi infancia. Santander a principios de los 90 (y la verdad es que ahora también) todavía olía a viejo, a la España de Franco.


Curiosamente, México DF me pareció en muchos aspectos una ciudad más de esa España viejuna que parece que va a desaparecer pero que nunca lo hace del todo. Entonces te das cuenta de que la conquista no ocurrió hace tanto tiempo. Con todo, en cada lugar del país se respira una mezcla de colonialismo con cultura pre-colombina. Esto se aplica incluso al urbanismo. Una cosa que me dejó totalmente asombrado fue el hecho de que las ruinas de Tenochtitlán están sumergidas en el pleno centro de Mexico, más concretamente junto al Zócalo. Así, las pirámides de la capital del gran imperio Mexica conviven junto a lo colombino, ejemplificado por la hermosa catedral metropolitana de México. Recomiendo aquí visitar el museo de Templo Mayor que te documenta mucho sobre la antigua ciudad de Tenochtitlán, y se mete hasta la saciedad con Hernán Cortés. También recomiendo subirse a la torre latinoamericana para flipar con las vistas de la ciudad, que se extiende hasta donde el denso Smog permite visualizar. Un sábado en el centro histórico de Ciudad de México hay tanta gente por la calle que parece resbalarse por las calles para desbordarse en el Zócalo, pero allí la marea continúa su camino. El Zócalo es el centro de esta ciudad, y el centro del país desde antes de la llegada de Hernán Cortés. También lo fue el centro del imperio Mexica, pueblo que dio nombre al resto del país. La calidad de los museos en Mexico es increíble. Tanto los servicios como el material expuesto como la ambientación de las salas le da mil vueltas a muchos museos españoles.

Al cabo de unas horas en el DF, me entró una sensación muy fuerte de que estaba en Madrid, España. Tanto los edificios del centro histórico del DF como los más modernos y funcionalistas (museo antropológico) y rascacielos, son similares a la variedad arquitectónica que uno puede encontrar en Madrid. La influencia está clara, lo que yo no sé es si esa influencia es monodireccional o realmente la colonia ha podido influir a la metrópoli. Por ejemplo, volviendo a la arquitectura, el funcionalismo latino se originó en Latino-Améria de la mano de arquitectos coma Oscar Niemeyer. A raíz de estas similitudes, por una momento pensé que ya había estado allí. Estaba tan lejos de españa pero en realidad más cerca culturalmente de donde vivía entonces (Finlandia), el idioma es quizá el detonante de esta sensación. En España pensamos que España es el centro del mundo hispánico cuando en realidad haciendo un mapa de los países hispanohablantes, España se queda a un margen.

Otra cosa que me gustó fue cómo me trataron. Estuve viviendo unos días en la discoteca Bulll Dog, cerca del metro Mixcoac. Recomiendo a todo el mundo ir a este antro, porque la música está muy bien, es una antigua casa colonial con motivos árabes y hay muy buen onda. Allí conocí a gente local, me hablaron un poco de cómo es vivir en México. Los que conocí estaban pluriempleados, durante la semana tienen un trabajo y el fin de semana otro. Allí la gente trabaja muy duro por un sueldo de mierda; el salario mínimo son 55 pesos (3,4 euros) al día, y los precios están bastante inflados. Lo que yo no entiendo es cómo la gente no llega siempre tarde a trabajar. Me explico mejor, el denominado Distrito Federal o distrito capital, constituye un estado federal aparte, en el que viven más de 8 millones de personas. Esto suena más o menos normal, pero es que rodeando el DF, está el estado de México, en el que viven otros 15 millones de mexicanos, siendo el estado más poblado del país. Al final tenemos una gran ciudad de 25 millones de personas que cada día se apelotonan en sus coches por las anchas avenidas que son casi como interminables autopistas. Muestra de ese tráfico infernal es la ya mencionada capa de smog que envuelve toda la ciudad. A mí me pasaba paseando por el paseo de la reforma, que los rascacielos parecían estar mucho más lejos de lo que realmente estaban, debido a la neblina-smog.En semejante monstruo de ciudad te puedes imaginar la fauna que te puedes encontrar por la calle. Muchísima policía, jóvenes, aztecas gritando hacia Tenochtitlán o haciendo rituales en el zócalo, fresas (pijos), nacos (macarras), abuelas predicando junto a su radiocasette. Uno de los coches más utilizados para moverse por el monstruoso DF es el “Chevi”, de la casa Chevrolet que en Europa es conocido como Opel Corsa, pero es un coche que sale caro porque utiliza piezas bastante especiales que son más costosas. Pero por muchas calles, hay hombres que venden piezas de coches al momento. Otro pintoresco paisaje es el de las tiendas de luces en el centro, decenas de tiendas de bombillas anunciándose con miles de bombillas incluso durante el día.

En el DF o (Defectuoso) la comida es bastante buena y barata. Recomiendo cualquier taquería que esté en calles apartadas o situada en algún mercado de abastos. Los tacos y quesadillas siempre con mucho cilantro y cebolla, y con la salsa más picante que te puedas encontrar. Al fin y al cabo, si comes muy picante, pagará el de atrás. Yo sobreviví a toda comida ingerida por la calle, pero en una ocasión me fui por la pata abajo instantáneamente, claro que luego se me pasó y pude disfrutar de todo lo que me metí entre pecho y espalda.

Conocer el DF me sirvió para conocer una de las ciudades más importantes del mundo en general y del mundo hispano en particular. Yo ahora lo mismo lo considero el epicentro de América entera. Al menos geográficamente lo es.


En el siguiente post sobre México hablaré de otros lugares del país donde me caí muerto. Estados de Guanajuato y Jalisco.








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